Se me ocurrió una idea :D Voy
hacer alguna novela, así me divierto un poco :)Vamos
a empezar con una que es sobre Niall y una chica llamada Casey Whitmore, esta novela se llama I Love You. Ahí
va el primer capítulo:
Capítulo 1:
"El amor es fuego que quema sin ser visto"
Casey entró al salón y todas las miradas se posaron sobre ella, ella desvió su vista hasta la ventana e ignoró a todos. Caminó con paso decidido sin bajar la cabeza de lo avergonzada que estaba, esa es la imagen que tenían de ella y que debía mantener, la de una chica segura de sí misma. Tiró con sobrada agresividad su mochila sobre la mesa y se sentó en la silla con las piernas abiertas, como un chico. Algunos se quedaron viéndola, pero en cuanto ella los miró hicieron como que había algo muy interesante en la pared que estaba a su lado.
Esa mañana estaba nerviosa. Siempre lo estaba, pero
esa mañana más de lo normal.
Cuando despertó aún no salía el sol y ya hacía calor, y aún así se puso un suéter holgado. En la escuela hacía más calor que en su casa, allí no había aire acondicionado y en cualquier momento sentiría como el calor comenzaría a darle golpes en la nuca y en el rostro.
Sus compañeros guardaron silencio cuando el profesor entró al salón. Detrás de él venía ese chico que siempre llegaba atrasado. El chico corrió sigilosamente hasta su puesto, que quedaba frente al de Casey, y se sentó antes de que el profesor comenzara la clase.
El nerviosismo aumentó cuando Casey observó que las demás chicas iban con camisetas manga corta, dejando al descubierto sus brazos y su piel libre de marcas o rasguños.
"No pienses en eso, mantén la calma. Sólo no pienses en eso" se dijo a sí misma.
Inconscientemente se llevó la mano a su antebrazo izquierdo, de allí descendió hasta su muñeca y bajó más la manga de su suéter.
No sabía cuánto duraría la clase, era matemática. A Casey le gustaban porque eran lógicas y exactas y siempre daban una respuesta correcta, a veces deseaba que la vida fuera como las matemáticas: si había un problema se podía solucionar con una fórmula. Pero no era así, todo era complicado como su clase de lengua donde debían interpretar textos y poemas que hablaban de mil cosas a la vez. Casey no los entendía.
El timbre sonó y el rechinar de las sillas despertó a Casey de su preocupación. Recogió sus cosas y a medida que daba un paso los demás se alejaban hasta salir al pasillo.
El chico atrasado estaba ordenando unos apuntes, llevaba una gorra como la que ocupaban sus amigos. Ella pensó que era curioso, ya que era verano y seguro que eso le provocaba un calor insoportable en la cabeza, a diferencia de ella que debía ocultarse bajo un suéter.
Ella no podía pasar, el chico estaba en la pasada y seguía ordenando sus apuntes.
—Me harías el honor de moverte, necesito llegar a mi otra clase —le espetó Casey. El chico se volteó y la miró, pero no como lo hacían los demás con cierto odio y temor, sino con un gran signo de interrogación en la cara.
— ¿Disculpa?
—Que te muevas —le repitió. Nunca se había detenido a mirar al chico atrasado, en parte porque tenía otros asuntos en los que pensar y porque no le interesaba. Pero lo tenía a unos centímetros en ese momento y no pudo evitar fijarse en sus ojos y en su sonrisa. Era agradable y a la vez adorable.
—Se pide permiso, creo que si hubieses tenido un poco de modales tal vez te hubiera escuchado la primera vez —le respondió él de repente. Casey se tragó las palabras, nadie le había contestado jamás en su vida, todos se apartaban temerosos y se sumían a sus órdenes.
—Eso es para perdedores.
—Es para humanos —por segunda vez el chico le contestó. Estaba impresionada.
Si cualquiera de sus compañeros hubieses estado allí, habría golpeado al chico hasta que la nariz le sangrara, pero no había nadie, ni siquiera el profesor. Por el contrario, se quedó quieta debatiéndose mentalmente que hacer porque era obvio que este chico no se dejaría intimidar.
—Permiso...—soltó con una voz dulce que no utilizaba desde niña.
El chico la miró y se hizo a un lado, con una sonrisa en los labios.
— ¿No te parece que así es mejor? —inquirió él, pero Casey ya estaba con un pie en el pasillo dispuesta a olvidar su acto amable del día.
"Estúpida, eso es lo que eres “se regañaba mientras caminaba hasta su casillero. Los chicos a su alrededor se alejaban como si ella estuviera cubierta de basura. Si todos le respondieran como ese chico su reputación estaría arruinada. En cierto modo le dolía que la rechazaran, por eso ella rechazaba a los demás con intimidaciones. Al menos, pensaba Casey, no era como el grupo de Katy, que les hacían la vida imposible a los demás para demostrar su superioridad. Ella lo hacía para que los demás no la dañaran más de lo que podía ella misma.
El receso terminó con el sonido del timbre y Casey ni siquiera había llegado hasta su casillero. No le dio importancia y se escondió en los baños, su clase siguiente era artes y ella no tenía ni una pizca de artista en sus huesos.
Allí, encerrada en el cubículo que apestaba a cigarrillo, se levantó la manga de su suéter.
Era horrible.
Asqueroso.
Estaba enferma.
Se preguntaba por qué lo había hecho, por qué había cedido a sus impulsos y se había herido con tanto dolor. Una cosa era estar rota por dentro, pero era distinto cuando se marcaba al cuerpo. Cualquiera podía ver esos cortes horizontales que rasgaban la piel de su antebrazo, aunque las más feas estaban en sus muñecas. Parecían rayones hechos con lapicera roja con mucha ira.
Se quedó sentada en el suelo del baño echándose aire con un cuaderno hasta que el timbre volvió a sonar. La temperatura subía a cada minuto.
Escuchó los pasos de los estudiantes y el taconeo de las chicas que entraban al baño. Casey salió del cubículo y todas dejaron de moverse. La miraron asustadas y ninguna se interpuso en su camino. Ella regresó a su faceta de chica mala y salió del baño con un bufido de aburrimiento.
La clase que seguía era química, eso le gustaba.
Cuando sentía que nada valía la pena se ponía a imaginar una vida paralela, donde ella podía demostrar quien realmente era, donde tenía amigas con las cuales iba al centro comercial a comprar ropa y pasar los viernes viendo películas con su mejor amiga. Después despertaba a la realidad y se decía a sí misma que eso era una estupidez.
— ¡Hey! —todo el mundo se giró a ver a la persona que había gritado, incluida Casey.
Era el chico atrasado y se dirigía hacia ella. Los murmullos no se hicieron esperar y los comentarios comenzaron a volar ¿Por qué él le hablaba? ¿Eran amigos? ¿Acaso ella podía tenerlos?
Cuando el chico estuvo lo suficientemente cerca de Casey como para hablar en un tono de voz normal, se hizo el silencio en el pasillo.
— ¿Tienes química a esta hora, cierto? —él sonrió y Casey supo que no podría resistirse a tratarlo bien y dejarle que le respondiera.
—Sí, pero ese no es asunto tuyo —hubo una exclamación por parte de los presentes que los habían rodeado como si esperaran que en cualquier momento se desatara una pelea.
—Genial, ¿quieres sentarte conmigo? —esta vez nadie dijo nada.
Casey no supo qué hacer ni que decir, quería decirle que sí, que por supuesto, que en todos sus años de escuela nunca nadie le había preguntado con una sonrisa si quería ser su compañera de puesto, pero su moral le rogaba que digiera algo hiriente para no levantar rumores.
Entonces tuvo que decir la peor cosa que pudo haber imaginado, algo que hacía que su pecho se oprimiera porque sabía que después de pronunciara las palabras el chico la odiaría al igual que los demás.
—Ni muerta, dientes chuecos.
Algunos rieron, otros dejaron de prestarle atención a la situación al ver que Casey seguía igual y otros le dedicaron miradas de odio puro.
El chico dejó se sonreír y no abrió mucho la boca para decirle a Casey:
—Bueno, si cambias de opinión, mi puesto es el último al lado de la ventana.
Y se perdió entre los estudiantes.
Casey sintió la necesidad de arrancarse la piel de los brazos, lo que hizo había sido muy cruel, pero necesario.
Ahora no quería entrar al salón de química, se sentía intimidada por la tristeza en el rostro del chico.
Fue empujada por el profesor que no la había visto y entró obligada antes de poder escaparse y encerrarse en los baños otra vez.
—Disculpa, Casey. No te había visto —le dijo el profesor. Era joven y simpático y el único maestro que no juzgaba a Casey por su apariencia—. Por cierto, he terminado de revisar los exámenes de la semana pasada, sacase sobresaliente. Te felicito, a veces creo que eres la única estudiante que sabe diferenciar un electrón de un protón.
Ella sonrió, esa era una de las razones por la que le gustaba este maestro: nunca veía su lado negativo.
—Ya puedes ir a sentarte, Casey —le indicó.
Su mente se revolvió. En un extremo del salón estaba su puesto habitual, vacío y alejado del resto de la clase, al otro lado estaba el chico atrasado con la mirada pérdida en la ventana sin esa sonrisa en el rostro.
La piel de los brazos comenzó a picarle y se sintió peor.
"Que se mueran todos" pensó armándose de valor. Se acomodó la mochila en el hombro y caminó hasta el final del salón.
Se detuvo frente a la mesa y esperó a que él se diera cuenta de su presencia. Cuando él se volteó y la miró, la amabilidad seguía en sus ojos.
— ¿Puedo sentarme aquí? —le preguntó ella.
—Claro —el sonrió, pero esta vez sin mostrar sus dientes. Eso dolió mucho más que las heridas.
—Oye, lo sien... —Casey estaba por disculparse con la más inmensa sinceridad que sentía, cuando el profesor la interrumpió para dirigirse a la clase.
—Chicos, revisé sus exámenes y están mejores que los de la última vez —todos celebraron gritando y aplaudiendo—. Aunque la mejor nota sigue siendo la de Casey —y todos se callaron. El profesor aún no entendía por qué hacían eso cada vez que decía su nombre—. Así que hoy haremos un trabajo para subir las notas y esperar a que sus padres no los maten cuando vean su informe —todos rieron y el profesor se dispuso a escribir en el pizarrón las instrucciones.
Casey tenía mucho calor, las manos le sudaban y tenía que secarlas constantemente en su suéter. El chico no le había dicho nada desde que se sentó junto a él y algunos curiosos de volteaban en sus puestos para ver la extraña escena en la que alguien había logrado simpatizar con Casey.
—Te va bien en química —escuchó de repente. Miró al chico y asintió con la cabeza—. También en matemáticas y todo lo que tenga que ver con ciencias ¿cierto? —ella volvió a asentir—. ¿Podrías ayudarme? Soy un asco con los números.
—No lo sé, ni siquiera sé cómo te llamas —era la excusa más pobre del mundo, pero fue lo único que pudo pronunciar.
Él rió, todavía sin abrir la boca. Eso estaba matando a Casey por dentro.
—Creo que llevamos un año con las mismas clases y aún no sabes mi nombre, que irónico porque yo sé hasta tu segundo apellido.
Se sorprendió mucho, nunca pensó que él...
—Soy Niall... Horan. Ahora sabes mi nombre, así que ¿me ayudas? De verdad quiero subir mis notas o me quedaré sin comida hasta que cumpla los cuarenta —Casey rió. Todos la miraron, incluido el profesor.
Otra vez comenzaron a murmurar. Sin embargo, ya estaba cansada de murmullos por ese día.
—Ok, yo te ayudo y así evitamos que sufras de desnutrición —ambos rieron a
Cuando despertó aún no salía el sol y ya hacía calor, y aún así se puso un suéter holgado. En la escuela hacía más calor que en su casa, allí no había aire acondicionado y en cualquier momento sentiría como el calor comenzaría a darle golpes en la nuca y en el rostro.
Sus compañeros guardaron silencio cuando el profesor entró al salón. Detrás de él venía ese chico que siempre llegaba atrasado. El chico corrió sigilosamente hasta su puesto, que quedaba frente al de Casey, y se sentó antes de que el profesor comenzara la clase.
El nerviosismo aumentó cuando Casey observó que las demás chicas iban con camisetas manga corta, dejando al descubierto sus brazos y su piel libre de marcas o rasguños.
"No pienses en eso, mantén la calma. Sólo no pienses en eso" se dijo a sí misma.
Inconscientemente se llevó la mano a su antebrazo izquierdo, de allí descendió hasta su muñeca y bajó más la manga de su suéter.
No sabía cuánto duraría la clase, era matemática. A Casey le gustaban porque eran lógicas y exactas y siempre daban una respuesta correcta, a veces deseaba que la vida fuera como las matemáticas: si había un problema se podía solucionar con una fórmula. Pero no era así, todo era complicado como su clase de lengua donde debían interpretar textos y poemas que hablaban de mil cosas a la vez. Casey no los entendía.
El timbre sonó y el rechinar de las sillas despertó a Casey de su preocupación. Recogió sus cosas y a medida que daba un paso los demás se alejaban hasta salir al pasillo.
El chico atrasado estaba ordenando unos apuntes, llevaba una gorra como la que ocupaban sus amigos. Ella pensó que era curioso, ya que era verano y seguro que eso le provocaba un calor insoportable en la cabeza, a diferencia de ella que debía ocultarse bajo un suéter.
Ella no podía pasar, el chico estaba en la pasada y seguía ordenando sus apuntes.
—Me harías el honor de moverte, necesito llegar a mi otra clase —le espetó Casey. El chico se volteó y la miró, pero no como lo hacían los demás con cierto odio y temor, sino con un gran signo de interrogación en la cara.
— ¿Disculpa?
—Que te muevas —le repitió. Nunca se había detenido a mirar al chico atrasado, en parte porque tenía otros asuntos en los que pensar y porque no le interesaba. Pero lo tenía a unos centímetros en ese momento y no pudo evitar fijarse en sus ojos y en su sonrisa. Era agradable y a la vez adorable.
—Se pide permiso, creo que si hubieses tenido un poco de modales tal vez te hubiera escuchado la primera vez —le respondió él de repente. Casey se tragó las palabras, nadie le había contestado jamás en su vida, todos se apartaban temerosos y se sumían a sus órdenes.
—Eso es para perdedores.
—Es para humanos —por segunda vez el chico le contestó. Estaba impresionada.
Si cualquiera de sus compañeros hubieses estado allí, habría golpeado al chico hasta que la nariz le sangrara, pero no había nadie, ni siquiera el profesor. Por el contrario, se quedó quieta debatiéndose mentalmente que hacer porque era obvio que este chico no se dejaría intimidar.
—Permiso...—soltó con una voz dulce que no utilizaba desde niña.
El chico la miró y se hizo a un lado, con una sonrisa en los labios.
— ¿No te parece que así es mejor? —inquirió él, pero Casey ya estaba con un pie en el pasillo dispuesta a olvidar su acto amable del día.
"Estúpida, eso es lo que eres “se regañaba mientras caminaba hasta su casillero. Los chicos a su alrededor se alejaban como si ella estuviera cubierta de basura. Si todos le respondieran como ese chico su reputación estaría arruinada. En cierto modo le dolía que la rechazaran, por eso ella rechazaba a los demás con intimidaciones. Al menos, pensaba Casey, no era como el grupo de Katy, que les hacían la vida imposible a los demás para demostrar su superioridad. Ella lo hacía para que los demás no la dañaran más de lo que podía ella misma.
El receso terminó con el sonido del timbre y Casey ni siquiera había llegado hasta su casillero. No le dio importancia y se escondió en los baños, su clase siguiente era artes y ella no tenía ni una pizca de artista en sus huesos.
Allí, encerrada en el cubículo que apestaba a cigarrillo, se levantó la manga de su suéter.
Era horrible.
Asqueroso.
Estaba enferma.
Se preguntaba por qué lo había hecho, por qué había cedido a sus impulsos y se había herido con tanto dolor. Una cosa era estar rota por dentro, pero era distinto cuando se marcaba al cuerpo. Cualquiera podía ver esos cortes horizontales que rasgaban la piel de su antebrazo, aunque las más feas estaban en sus muñecas. Parecían rayones hechos con lapicera roja con mucha ira.
Se quedó sentada en el suelo del baño echándose aire con un cuaderno hasta que el timbre volvió a sonar. La temperatura subía a cada minuto.
Escuchó los pasos de los estudiantes y el taconeo de las chicas que entraban al baño. Casey salió del cubículo y todas dejaron de moverse. La miraron asustadas y ninguna se interpuso en su camino. Ella regresó a su faceta de chica mala y salió del baño con un bufido de aburrimiento.
La clase que seguía era química, eso le gustaba.
Cuando sentía que nada valía la pena se ponía a imaginar una vida paralela, donde ella podía demostrar quien realmente era, donde tenía amigas con las cuales iba al centro comercial a comprar ropa y pasar los viernes viendo películas con su mejor amiga. Después despertaba a la realidad y se decía a sí misma que eso era una estupidez.
— ¡Hey! —todo el mundo se giró a ver a la persona que había gritado, incluida Casey.
Era el chico atrasado y se dirigía hacia ella. Los murmullos no se hicieron esperar y los comentarios comenzaron a volar ¿Por qué él le hablaba? ¿Eran amigos? ¿Acaso ella podía tenerlos?
Cuando el chico estuvo lo suficientemente cerca de Casey como para hablar en un tono de voz normal, se hizo el silencio en el pasillo.
— ¿Tienes química a esta hora, cierto? —él sonrió y Casey supo que no podría resistirse a tratarlo bien y dejarle que le respondiera.
—Sí, pero ese no es asunto tuyo —hubo una exclamación por parte de los presentes que los habían rodeado como si esperaran que en cualquier momento se desatara una pelea.
—Genial, ¿quieres sentarte conmigo? —esta vez nadie dijo nada.
Casey no supo qué hacer ni que decir, quería decirle que sí, que por supuesto, que en todos sus años de escuela nunca nadie le había preguntado con una sonrisa si quería ser su compañera de puesto, pero su moral le rogaba que digiera algo hiriente para no levantar rumores.
Entonces tuvo que decir la peor cosa que pudo haber imaginado, algo que hacía que su pecho se oprimiera porque sabía que después de pronunciara las palabras el chico la odiaría al igual que los demás.
—Ni muerta, dientes chuecos.
Algunos rieron, otros dejaron de prestarle atención a la situación al ver que Casey seguía igual y otros le dedicaron miradas de odio puro.
El chico dejó se sonreír y no abrió mucho la boca para decirle a Casey:
—Bueno, si cambias de opinión, mi puesto es el último al lado de la ventana.
Y se perdió entre los estudiantes.
Casey sintió la necesidad de arrancarse la piel de los brazos, lo que hizo había sido muy cruel, pero necesario.
Ahora no quería entrar al salón de química, se sentía intimidada por la tristeza en el rostro del chico.
Fue empujada por el profesor que no la había visto y entró obligada antes de poder escaparse y encerrarse en los baños otra vez.
—Disculpa, Casey. No te había visto —le dijo el profesor. Era joven y simpático y el único maestro que no juzgaba a Casey por su apariencia—. Por cierto, he terminado de revisar los exámenes de la semana pasada, sacase sobresaliente. Te felicito, a veces creo que eres la única estudiante que sabe diferenciar un electrón de un protón.
Ella sonrió, esa era una de las razones por la que le gustaba este maestro: nunca veía su lado negativo.
—Ya puedes ir a sentarte, Casey —le indicó.
Su mente se revolvió. En un extremo del salón estaba su puesto habitual, vacío y alejado del resto de la clase, al otro lado estaba el chico atrasado con la mirada pérdida en la ventana sin esa sonrisa en el rostro.
La piel de los brazos comenzó a picarle y se sintió peor.
"Que se mueran todos" pensó armándose de valor. Se acomodó la mochila en el hombro y caminó hasta el final del salón.
Se detuvo frente a la mesa y esperó a que él se diera cuenta de su presencia. Cuando él se volteó y la miró, la amabilidad seguía en sus ojos.
— ¿Puedo sentarme aquí? —le preguntó ella.
—Claro —el sonrió, pero esta vez sin mostrar sus dientes. Eso dolió mucho más que las heridas.
—Oye, lo sien... —Casey estaba por disculparse con la más inmensa sinceridad que sentía, cuando el profesor la interrumpió para dirigirse a la clase.
—Chicos, revisé sus exámenes y están mejores que los de la última vez —todos celebraron gritando y aplaudiendo—. Aunque la mejor nota sigue siendo la de Casey —y todos se callaron. El profesor aún no entendía por qué hacían eso cada vez que decía su nombre—. Así que hoy haremos un trabajo para subir las notas y esperar a que sus padres no los maten cuando vean su informe —todos rieron y el profesor se dispuso a escribir en el pizarrón las instrucciones.
Casey tenía mucho calor, las manos le sudaban y tenía que secarlas constantemente en su suéter. El chico no le había dicho nada desde que se sentó junto a él y algunos curiosos de volteaban en sus puestos para ver la extraña escena en la que alguien había logrado simpatizar con Casey.
—Te va bien en química —escuchó de repente. Miró al chico y asintió con la cabeza—. También en matemáticas y todo lo que tenga que ver con ciencias ¿cierto? —ella volvió a asentir—. ¿Podrías ayudarme? Soy un asco con los números.
—No lo sé, ni siquiera sé cómo te llamas —era la excusa más pobre del mundo, pero fue lo único que pudo pronunciar.
Él rió, todavía sin abrir la boca. Eso estaba matando a Casey por dentro.
—Creo que llevamos un año con las mismas clases y aún no sabes mi nombre, que irónico porque yo sé hasta tu segundo apellido.
Se sorprendió mucho, nunca pensó que él...
—Soy Niall... Horan. Ahora sabes mi nombre, así que ¿me ayudas? De verdad quiero subir mis notas o me quedaré sin comida hasta que cumpla los cuarenta —Casey rió. Todos la miraron, incluido el profesor.
Otra vez comenzaron a murmurar. Sin embargo, ya estaba cansada de murmullos por ese día.
—Ok, yo te ayudo y así evitamos que sufras de desnutrición —ambos rieron a
carcajadas, él tapándose la boca con las manos.
Casey dejó de reír y le quitó las manos de su rostro—. De verdad lo siento, no
quería ofenderte con ese comentario.
El se puso serio y asintió en silencio.
—Supuse que no lo decías en serio, aunque sea verdad —Casey hizo una mueca al oírlo, por alguna razón sus palabras sonaban como esa voz en su cabeza que la obligaba a cortarse.
—En serio, si vuelvo a decir otra tontería como esa, ignórame.
—Como quieras —ambos se miraron y sonrieron.
Por alguna razón, Casey comenzó a sentirse a gusto en la escuela y olvidó el horrible problema que tenía marcado en los brazos.
El se puso serio y asintió en silencio.
—Supuse que no lo decías en serio, aunque sea verdad —Casey hizo una mueca al oírlo, por alguna razón sus palabras sonaban como esa voz en su cabeza que la obligaba a cortarse.
—En serio, si vuelvo a decir otra tontería como esa, ignórame.
—Como quieras —ambos se miraron y sonrieron.
Por alguna razón, Casey comenzó a sentirse a gusto en la escuela y olvidó el horrible problema que tenía marcado en los brazos.
PRImERO QUE TODO! ESA NOVELA NO ES TUYA OK!!! CREES QUE NADIE IVA A VER ESO!!
ResponderEliminarSABES QUE ESTAS DEmOSTRANDO LA POCA CAPACIDAD QUE TIENES PARA ESCRIBIR HACIENDO ESTO
ESTAS ROBANDO
ROBANDO EL ESFUERZO DE UNA CHICA QUE ESCRIBIO ESTO
TE PASAS DE ********
SEGUNDO: NI PERmISO PEDISTE PARA "ADAPTARLA" Y TE PONES A DECIR QUE ES TUYA!!!
VAYA PIJA!
porque pones una novela que no es tuya debería darte verguenza, podrías pedir permiso para adaptarla pero porque lo haces? porfavor quita que es tuya la novela o dale los creditos A LA VERDADERA ESCRITORA !!!
ResponderEliminarPODRÍAS AL MENOS HABERLE PEDIDO PERMISO A LA ESCRITORA QUE, SEGURAMENTE TE LO HABRÍA DADO, PERO QUÉ NECESIDAD DE COPIARLO DE ESTE MODO, Y ENCIMA, TENER EL DESCARO DE DECIR QUE ES TUYO? DEBERÍA DARTE VERGÜENZA,DESVALORAR ASÍ EL TRABAJO DE ALGUIEN MÁS. Y PARA COLMO LLAMARTE VOS MISMA UNA 'ESCRITORA', NO TENÉS CARA, SINCERAMENTE. ES TRISTE ESTO, PORQUE TE PODRÍAS HABER EVITADO COMERTE SEMEJANTE GARRÓN.
ResponderEliminarHABER, PORFAVOR BORRA ESTO, TODOS SABEMOS QUE NO TIENES IMAGINACION Y LO COPIASTE
ResponderEliminarDAS PENA
UGH POR GENTE COMO TU EL MUNDO SE ESTA LLENANDO DE MIERDA